Catalina pide a Doña Juana que convenza al General Prisco de prohibir a Adolfo aceptar el duelo con Manuel, quien es considerado sospechoso de ser espía. Doña Juana, preocupada por la vida de Manuel, le advierte que la policía secreta lo vigila. Mientras tanto, Manuel planea regresar a San Cayetano tras el bautizo de su hijo, ajeno a las intrigas que lo rodean.