A la entrada del centro, Jesús saludaba a Vivencio, el presidente del club. Todos juntos, accedían al nuevo centro y alucinaban con lo veían, tal y como habían hecho todos los que ya estaban esperando dentro. Tono, el encargado del bar del centro, no podía evitar las lágrimas. "¡Es precioso! Estoy emocionada, eh", añadía Maria Luisa mientras abrazaba a Jesús.