Gaspar ha recuperado su casa tras siete años ocupada, usada como narcopiso y prostíbulo. En paro y viviendo con su madre de 84 años y su hermana, la vivienda era su único sustento. Ahora teme salir por miedo a que se la quiten otra vez y vive con pánico constante por las amenazas diarias que recibe de los okupas desde el desalojo.