Amanecía un nuevo día en Mallorca. Un día en el que, para variar, Fali Fernández Navarro decidía no madrugar. Ni el hecho de haber quedado con su cuñado El Gordo a las siete de la mañana fue motivo suficiente para que saliera temprano de la cama. El objetivo era que comenzara a trabajar a primera hora en el bar pero, cuando quiso aparecer, ya había hasta anochecido.