"Yo facturaba unos trabajos y tenía que convertirlo en 'dinero B' para dárselo a ellos", explica Víctor de Aldama. Así, tanto Ábalos como su entonces asesor se enriquecieron y lo pudieron ocultar a Hacienda a través de distintas maniobras como transferencias internacionales o arrendamientos bajo el nombre de otros titulares.